Poco patriota es quien vende la Patria en el mostrador del comercio internacional, quien humilla nuestras leyes admitiendo la aplicación de normas foráneas a lo que acontece en nuestro territorio, quien defiende empresas extranjeras en detrimento de nuestras riquezas naturales, quien ofrece dádivas para concesionar nuestros puertos, quien declara de interés público aquello que es de interés exclusivamente privado y, además, de grave perjuicio público, quien permite que se prostituyan nuestros niños y niñas, quien no deposita durante meses las becas escolares otorgadas, quien tarda años en atender emergencias, quien propicia que se patente hasta el culantro coyote. Eso es ser poco patriota.Alicia Pifarré (*)
Ese fue el anuncio de nuestra señora Presidente. Como casi todos los tiempos, pensé. Nada nuevo. El problema ahora, diría Sábato, es que están dilapidando nuestro porvenir.
Me revienta que me traten de idiota. Lo digo así, en directo, porque para expresar sentimientos los eufemismos pueden dar lugar a confusiones. En realidad, ya somos varios los que decimos esto, de muchas maneras, en distintos tonos, pero parece que a nadie le importa.
A nuestros gobernantes definitivamente no les importa. Lo siguen haciendo. Y no me extraña porque probado está que se trata de una buena técnica de dominación. Lo que me extraña es que tanta gente se deje. Nuestro sistema educativo debería rendir cuentas sobre esto. Pero ¿quién se las pide?
Hace pocos días, el señor Ministro de Seguridad, trató de "poco patriotas" a quienes nos hemos opuesto a la libre -y exenta de responsabilidad- circulación de tropas y soldados norteamericanos por nuestro territorio. ¡Vaya! ¿En cuál diccionario habrá encontrado el señor Ministro que "patriota" es sinónimo de "obsecuente", "sojuzgado", "amansado", "amaestrado", "dominado"?
Nos quieren sumisos, callados, obedientes, miedosos, sobre todo miedosos. Quienes han sido cómplices por omisión de esta inseguridad atroz que nos invade -el crimen organizado no se instaló antes de ayer entre nosotros- ahora quieren usarla para amedrentarnos, para hacernos creer que el fin justifica los medios. Pues no, señores y señoras en el poder, no somos idiotas. Poco patriota es quien vende la Patria en el mostrador del comercio internacional, quien humilla nuestras leyes admitiendo la aplicación de normas foráneas a lo que acontece en nuestro territorio, quien defiende empresas extranjeras en detrimento de nuestras riquezas naturales, quien ofrece dádivas para concesionar nuestros puertos, quien declara de interés público aquello que es de interés exclusivamente privado y, además, de grave perjuicio público, quien permite que se prostituyan nuestros niños y niñas, quien no deposita durante meses las becas escolares otorgadas, quien tarda años en atender emergencias, quien propicia que se patente hasta el culantro coyote. Eso es ser poco patriota.
Hace pocos días se preguntaba la señora Presidente "...qué hacemos nosotros para defender la paz, la soberanía y la democracia que nos fueron legadas." Las palabras suelen aparecer glamorosas dichas desde una tarima y acompañadas del lenguaje no verbal apropiado. Pero cuando se analizan desde la realidad, sobre todo así, en blanco y negro, es dramático ver su oquedad.
En primer lugar, el "nosotros" sonaba más bien a "ustedes". Porque si de verdad hubiera sido un "nosotros", a renglón seguido nos hubiera expuesto un plan de acción. Pero no, nos quedamos esperando, que no es lo más adecuado -me atrevo a decir- cuando estamos viviendo "...una situación más dramática que en cualquier capítulo de nuestra historia...".
En cuanto a los "legados" por defender, vale la pena puntualizar.
La paz -y su hermana gemela, la concordia- la hemos perdido hace rato gracias a políticas públicas de sembrar discordia, promover miedos, dejar que se caigan puentes, encubrir contubernios, decomisar verduras a honrados vendedores ambulantes, desalojar artesanos, otorgar concesiones gravosas para el erario, construir carreteras que matan a pedradas, invadir campus universitarios, construir estadios en lugar de hospitales, apalear estudiantes, hacer mofa de quienes presentan recursos de amparo ("por joder" dijo literalmente un ex mandatario), gastar en consultorías dineros destinados a erradicar precarios, y una lista interminable de conductas que han llevado a la polarización y a la indignación social. No hay paz posible cuando se gobierna con prepotencia.
La soberanía, palabra que enciende corazones, también la hemos perdido. La entregaron quienes se dejaron seducir por el lema "enriquecerse es glorioso". Las cláusulas que admiten la aplicación de normas jurídicas extranjeras y la intervención de tribunales foráneos, incorporadas a los tratados de libre comercio y a los acuerdos de inversión, convierten en letra muerta a nuestro ordenamiento jurídico y, por ende, sepultan nuestra soberanía. Los tres Supremos Poderes de la República avalaron la sepultura pero ahora son convocados para buscar una gloriosa resurrección. No creo que haya alquimia posible para operar la transmutación de sepultureros en salvadores. Retazos -¿jirones?- de soberanía, que viene siendo lo que nos queda en este camino trazado hacia el "desarrollo", nos llevarán hacia el 2021 a conmemorar nuestra condición de... colonia. ¿A defender "eso" es que nos están convocando? No es aceptable. Para defender nuestra soberanía debemos rescatar a nuestro ordenamiento jurídico de la ineficacia crónica a la que ha sido condenado.
Por último, la democracia. Llevamos décadas de paulatino empobrecimiento democrático. El pueblo no elige sino que consagra a quienes disponen de suficientes caudales como para montar campañas publicitarias destinadas a repartir promesas de dudoso cumplimiento. Las propuestas diversas, los acalorados enfrentamientos, los cargos por lo que no se hizo y debió hacerse mueren el día de las elecciones. Lo que sigue son pactos, acuerdos, encerronas y alianzas que unirán antiguos contendientes en dulce montón. Salvo honrosas excepciones, debo decir. Todo cuanto era materia de debate se torna negociable, el bien común se manda directo al archivo y el pueblo, cuyo voto se pidió con abrazos, sonrisas, besos y almuerzos al por mayor, se convierte en insumo desechable a la hora de tomar decisiones que afectarán su existencia. ¿Es esto democracia? No, según lo que yo estudié; pero claro, estudié en otros tiempos, también difíciles pero más respetuosos de la verdad.
Inspirándonos en Sor Juana Inés de la Cruz podríamos hoy decir: "Gobernantes necios que acusáis al pueblo sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis; ...", o también, siguiendo el adagio romano: "Nadie puede alegar en su defensa su propia culpa".
Me revienta, me disgusta profundamente, me indigna, que me traten de idiota. Ya lo dije al principio, pero lo digo de nuevo. Y no es la primera vez que lo digo. Tampoco soy la única en decirlo. Pero no sirve de nada.
¿Qué podemos hacer para que nos traten como seres inteligentes y, de paso, como co-gobernantes cuya opinión cuenta, importa? Porque la Constitución dice que el gobierno lo ejercen "el Pueblo y tres Poderes distintos e independientes entre sí." Pero llevamos décadas jugando solo de "votantes-gobernados-pintados en la pared", para decirlo en buen criollo. Entonces, de nada sirve que no seamos idiotas si dejamos que nos traten como tales.
Decía don Juanito Mora, nuestro Héroe Nacional y Libertador: "¡Ay del nacional o extranjero que intentare seducir la inocencia, fomentar discordias o vendernos!" Tal vez si empezamos a repetirlo, con voz vibrante, cada vez que intenten manipularnos, podamos hacer honor a tantos legados perdidos, arrebatados; tal vez hasta podamos recuperarlos; tal vez hasta logremos rescatar el porvenir.
(*) Abogada
Fuente: elpais.cr | 19/09/2010
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