25 de noviembre de 2011

La independencia judicial

Es lamentable que el pueblo no reclame contra la injerencia política en las decisiones de jueces

Luis Fernando Fernández H. Tesorero, Asociación Costarricense de la Judicatura 12:00 a.m. 24/11/2011
 
“¿Puede la paz, buena voluntad y la confianza basarse en la sumisión a hacer el mal, respaldado por la fuerza? Desde los albores de la era cristiana, una cierta manera de vida se ha ido formando lentamente entre los pueblos occidentales, y ciertas normas de conducta y gobierno han llegado a ser valoradas.

”Después de muchas miserias y confusión prolongadas, se erigió como una verdad insoslayable la concepción del derecho de la persona, su derecho a ser consultada en el Gobierno de su país, su derecho a invocar la ley, incluso contra el propio Estado.

”La independencia de los tribunales de Justicia se creó para afirmar y reforzar esta costumbre que costó ganar. Así se aseguró en todo el mundo por las lecciones estrictas de la Revolución, lo que Kipling llamó, ‘Abandonar el permiso para que ninguno pueda vivir más allá de la ley’. Ahora bien, en esto reside todo lo que hace preciosa la existencia para el hombre, y todo lo que le confiere el honor y la salud al Estado.”

Esta frase la dijo Winston Churchill, en 1938, en su discurso La defensa de la libertad y la paz para impulsar al pueblo estadounidense a enfrentar la debacle que se presentaba en Europa en la Segunda Guerra Mundial.

La independencia de criterio de los jueces y juezas para decidir en los casos sometidos en su contra aparece por primera vez escrita de esa forma en la Carta Universal de los Derechos Humanos.
Ante el genocidio sufrido en el pueblo europeo, los Estados se dieron cuenta del gran valor de esta independencia, dado que muchas de las personas que fueron masacradas en los campos de concentración llegaron ahí por decisiones emitidas por tribunales, títeres del poder policial. Tribunales temerosos de no emitir las decisiones que, de acuerdo con la política de seguridad nacional de un régimen autoritario como el de Hitler, pusieran en riesgo la seguridad nacional pregonada.

En la Alemania antes de la llegada al poder por los nazis, el sistema judicial estaba impregnado por la ideología nazi, a tal punto que los jueces y fiscales eran un baluarte del nuevo Estado sin necesitar mucha presión. En las primeras semanas del régimen, en 1933, la Asociación Alemana de Jueces publicó un juramento macabro que rezaba: “Juramos por el Dios eterno, juramos por el espíritu de nuestros muertos, juramos por todas las víctimas de una justicia antinacional, juramos por el alma del pueblo alemán que seguiremos a nuestro Fuhrer (líder) en su camino como juristas alemanes, hasta el fin de nuestros días”.

Apatía ciudadana. Es lamentable que no sea el pueblo mismo quien reclame contra la injerencia ilegítima, disfrazada de legal, en las decisiones de jueces y juezas de Costa Rica. En este momento, histórico y desde dentro de la casa de la justicia, la Corte Plena se ha prestado para sancionar a una jueza por su independencia de criterio. La decisión de la jueza Jiménez tiene respaldo en el sistema legal costarricense y se le suspende en el ejercicio de su cargo. 

En este instante, donde otras amenazas más publicitadas se ciernen contra el Poder Judicial; el régimen democrático presenta signos de haber sido trastocado, en su más esencial forma y en su imagen por fuerzas externas y lo peor por fuerzas internas del Poder Judicial. 

Este día le corresponde a la Asociación Costarricense de la Judicatura hacer un llamado vehemente no solo por la independencia de criterio de los Tribunales, sino por la preservación del sistema republicano y democrático de Costa Rica. No por Costa Rica, sino por las personas de carne y hueso que habitamos este país, de una diversidad de culturas y estilos de vida. 

Debemos reformar el sistema de elección de magistrados, derogar el artículo 199 de la Ley Orgánica del Poder Judicial y reformular todo el sistema del régimen disciplinario de los jueces y las juezas que refuercen la gran conquista de la independencia judicial, para controlar sin afectar ese baluarte de la democracia.

Las luces se están apagando.

Fuente:  Nacion.com.

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